Danzad, danzad malditos

CALLEJÓN DE GATOS

Nacho Duato sigue triunfando por las Rusias e, incluso, por las Alemanias y las Holandas. Es un planeta de la danza que órbita con poderío en la galaxia mundial. Aquí, se le recuerda y se le estima, pero cada día que pasa la afición comprueba que puede vivir sin su cercanía. Más, teniendo al frente de la Compañía Nacional de Danza, la CND, a José Carlos Martínez, consolidando con vigor su proyecto.El sucesor de Duato llegó con humildad a la dirección de la CND, aunque venía, de ser bailarín estrella en el Teatro de la Ópera de París, haber bailado junto a la diosa Sylvie Guillem, y haber sido artista invitado en el Bolshoi, la Scala, Pekín, San Petersburgo o Nueva York. Casi nada.

José Carlos Martínez acaba de estrenar en la Zarzuela un programa que ha emocionado, conmovido y exaltado a la peña de la danza nacional, y emocionando, conmoviendo y exaltando, asimismo, al sufrido público madrileño. También, a los aristarcos, léase a la rigurosa Julia Martín, sin ir más lejos.

Hasta el domingo el programa se puede ver y disfrutar. Disfrutar, participando. Porque si en dos de las piezas del programa son los bailarines (Sub, de Itzik Galili) y bailarinas (Falling Angels, del gran Jirí Kylián) los protagonistas, en la tercera (Minus 16, de Ohad Naharin) el protagonista es el respetable público. Es admirable lo que Martínez ha conseguido de su brillante elenco, y de unos espectadores entusiastas, que suben al escenario a bailar como auténticos amateurs profesionales, en una comunión de una belleza sorprendente.

La noche del estreno fue una auténtica fiesta. Si en Sub el elenco masculino llegó a unos niveles de contundencia dancística que no se recordaba en la CND, en Falling Angels, el renovado conjunto de mujeres de la compañía otorgó a la pieza de Kylián una nueva nobleza. Los chicos por un lado y las chicas por el otro. Para en Minus 16 chicos y chicas unirse en una orgía de danza que electrizó, con su serialismo arrollador, en la platea. Poniéndose a espectadoras y espectadores en trance para subir a escena, algo que resultó de lo más orgánico.

Y es que también el espectador quiere participar en la danza. Pese a la crisis, o gracias a ella, Madrid está que danza. Y ojo, la CND ha puesto en marcha unos talleres de improvisación gratuitos. Dancemos.